Fui un niño salteño, por ello buena parte de mi concepción del mundo es en buena medida, salteña también.
Allí viví envuelto entre cerros y montañas que en la época de lluvias, son adornadas por colores extraños. Las densas nubes de Febrero, estacionadas sobre el valle; filtran el sol de manera caprichosa y juguetona, formando en el verde de la vegetación, claroscuros muy interesantes.
He pasado durante mi infancia, muchos buenos ratos observando algún furtivo arco iris que se creaba sobre el cerro San Bernardo; cerro al que podía apreciar desde la terraza de mi antigua casa en la calle Rioja al 900.
Si hago un poco de esfuerzo, puedo recordar también ciertos olores que viajaban por el aire. Uno muy vivido, es el de cierta esencia a vegetación quemada. En aquel entonces no tenía idea de que existía algo llamado Yunga, un ecosistema hecho y derecho que se extiende por buena parte de la provincia y tambien por la vecina Jujuy.
Este pequeño hijo del amazonas, con su denso y selvático misterio, habitaba no muy lejos de donde yo vivía y eran la causa del raro micro clima que da a la quebrada de San Lorenzo su errático comportamiento climático.
Salta es un lugar donde siempre hay parejas contra puestas para todo. Selva y desierto se reparten equitativamente el tráfico de turistas. Modernidad arquitectónica y estilo colonial. Paganismo y cristianismo. Conservadurismo y liberalismo.
Salta es muy rica en monumentos conmemorativos a la gesta patriótica de la guerra de la Independencia. La figura de Martín Miguel de Guemes y sus míticos gauchos guerreros, ha dado a la Pcia. los colores de su bandera provincial. El rojo y el negro que simboliza la sangre del héroe caído y el luto por su muerte. El monumento 20 de Febrero, que conmemora la batalla de Salta, donde Manuel Belgrano libro su primera batalla exitosa contra los realistas.
De niño, estas historias gloriosas nos eran enseñadas en los libros de la escuela y en los fogones de invierno, donde siempre podía encontrarse a alguien con una guitarra en la mano, dispuesto a dar una versión romántica de la historia, entonando viejas zambas guerreras.
Nada nos dijeron acerca de que el esplendor colonial salteño, en realidad proviene de su cercanía al antiguo virreinato del Alto Perú, la gema de la Colonia para el imperio Español, ya que desde sus minas, la plata extraída, regó de este metal a toda Europa.
En lineas generales, Salta tenía mucho que perder rompiendo sus vinculos con el Imperio. Si participó tan activamente en la revolución independentista, fue, tal vez, porque uno de los objetivos de la primera Junta de Mayo, era de hacerse con la Plata del Alto Perú para financiar su guerra. Participar en la conquista de tan cuantioso botín, evidentemente traería riquezas insospechadas, a quién participase en ella. Finalmente el tiro salió por la culata y lo que fue una guerra de conquista, terminó convirtiéndose en una guerra de defensa desesperada.
No me molesta en lo mas mínimo el pasado casi mercenario de esta guerra. Es mas, comienza a gustarme encontrar a los hombres detrás del bronce bruñido de las gestas heroicas. Salir a pelear así como así, atacados por un frenesí de libertad, es menos original que decir que salieron a conquistar un botín. Era 1812, la guerra de conquista y apropiación era parte de lo razón de ser de la política. Si la conquista de la Plata peruana, hubiera sido exitoso, buena parte de nuestra historia estaría escrita de manera diferente.
Pero hay una historia de Salta que me conmueve hasta los huesos y es la de la Tierra. La de las erosiones, la de los vientos, los cardones y sus cóndores solitarios. El mineral que tiñe sus montañas, su sol, su vino. Las piedras que conforman los lechos de los violentos ríos del deshielo, limpias como ninguna otra cosa sobre la faz de la tierra.
Entre Salta y yo habrá siempre algo personal. Cuando sea viejo, voy a comprarme una 4x4 y me voveré guía turístico. pasearé a quién quiera conocer esa tierra que amo, escuchando un CD de Stevie Ray Vaughan mezcladas de tanto en tanto con otro del Chango Nieto.
Se va la segunda.